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El paradoxo de la energía solar: vida útil, desecho y los desafíos ambientales en Brasil

  • Foto del escritor: EnergyChannel Latam
    EnergyChannel Latam
  • 24 nov
  • 5 Min. de lectura

Por Renato Zimmermann es desarrollador de negocios sostenibles y activista de la transición energética.


El paradoxo de la energía solar: vida útil, desecho y los desafíos ambientales en Brasil
El paradoxo de la energía solar: vida útil, desecho y los desafíos ambientales en Brasil

La transición energética es celebrada como uno de los grandes avances de la humanidad ante la emergencia climática, pero también encierra paradojos que requieren atención urgente. Brasil, que ya superó los millones de sistemas solares conectados a la red eléctrica, enfrenta un dilema silencioso: ¿qué hacer con los paneles fotovoltaicos cuando lleguen al final de su vida útil?


El problema del desecho, aún poco discutido, comienza a hacerse visible en situaciones extremas, como los recientes eventos climáticos que afectaron al sur del país. En noviembre de 2025, Erechim, en Rio Grande do Sul, fue devastada por una tormenta de granizo que dejó más de 17.000 personas afectadas, decenas de heridos y daños incalculables en viviendas y comercios. Muchos sistemas solares instalados en techos quedaron destruidos, acumulando escombros sin destino adecuado.


Pocos días antes, un ciclón extratropical en Paraná, con vientos de hasta 250 km/h, arrasó ciudades como Rio Bonito do Iguaçu, donde más de 1.400 casas y establecimientos fueron destruidos. Además de las pérdidas humanas y materiales, miles de paneles solares resultaron dañados, reforzando la urgencia de políticas públicas para su descarte adecuado.


Los estudios internacionales ya alertan sobre los riesgos. El National Renewable Energy Laboratory (NREL), la International Renewable Energy Agency (IRENA) y la Environmental Protection Agency (EPA) señalan que, aunque los paneles solares generan energía limpia, su ciclo de vida implica impactos ambientales significativos. Su fabricación exige un uso intensivo de silicio, aluminio, vidrio y metales pesados como cadmio y plomo, que pueden contaminar el suelo y el agua si son destinados a vertederos.


La vida útil promedio de los módulos es de 25 a 30 años, lo que significa que, a partir de 2040, Brasil enfrentará una ola masiva de desecho. Con millones de sistemas ya vendidos e instalados, las ciudades afectadas por eventos climáticos extremos comienzan a acumular material sin una solución definitiva.


Las empresas instaladoras recogen los paneles dañados y los almacenan en depósitos, sin saber cómo descartarlos correctamente. El Programa Nacional de Resíduos Sólidos no clasifica los paneles solares como productos electrónicos, lo que sería fundamental para obligar a importadores, fabricantes y distribuidores a organizar la cadena completa de disposición final. Sin esta clasificación, no existe responsabilidad compartida, y el problema se prolonga.


El contraste con otras regiones del mundo es evidente. La Unión Europea, a través de la Directiva 2012/19/UE, obliga a fabricantes e importadores a recoger y reciclar equipos eléctricos y electrónicos, incluidos los paneles fotovoltaicos. Desde 2018, todos los equipos eléctricos y electrónicos forman parte del alcance de la directiva, lo que significa que los paneles solares se tratan como residuos electrónicos. La responsabilidad recae en el productor, que debe financiar y organizar la logística inversa. Además, la UE financia proyectos de investigación para mejorar la recuperación de vidrio, aluminio y metales raros.

Japón, por su parte, anunció en 2024 que hará obligatoria la reciclaje de paneles solares, previendo que el país generará medio millón de toneladas de residuos anuales de módulos a partir de la década de 2030.


Centros especializados ya operan con tecnologías avanzadas de separación, recuperando vidrio, aluminio y metales raros para su reinserción en cadenas productivas. La legislación está en fase de implementación, pero el país se adelanta para evitar un colapso futuro.


En Brasil, sin embargo, no existe legislación específica que obligue al descarte o reciclaje de paneles solares. El Proyecto de Ley 998/24, presentado en 2024, crea una política de incentivo a la logística inversa de paneles fotovoltaicos, con fondos, líneas de crédito y certificaciones, pero aún está en análisis. Mientras tanto, empresas instaladoras almacenan módulos dañados sin un destino final adecuado, y los especialistas alertan que, a partir de 2040, millones de paneles comenzarán a acumularse, generando impactos ambientales severos.


Además del impacto ambiental, existe un factor económico innegable. Los paneles solares contienen materiales valiosos que pueden ser reutilizados e incorporados nuevamente a cadenas productivas. El vidrio representa cerca del 70% del peso del módulo y puede reutilizarse en diversas aplicaciones industriales. El aluminio de los marcos tiene alto valor de mercado y puede reciclarse infinitamente sin pérdida de calidad. El silicio de las células, aunque más complejo de recuperar, puede refinarse y reutilizarse en nuevos módulos o en la industria de semiconductores.


Metales como el cobre y la plata, presentes en los contactos eléctricos, poseen un valor elevado: la plata, por ejemplo, es uno de los insumos más costosos del módulo, con una cotización internacional que supera los 25 dólares por onza. Se estima que cada panel contiene entre 15 y 20 gramos de plata, lo que, multiplicado por millones de unidades, representa un mercado multimillonario. El aluminio, igualmente valioso, tiene un precio promedio de 2.200 dólares por tonelada, y considerando que cada módulo contiene alrededor de 2 kg, el potencial económico es enorme. El cobre, esencial para la industria eléctrica, también puede recuperarse con relativa facilidad y reincorporarse a cadenas productivas nacionales.


A pesar de este potencial, la reciclaje de paneles solares en Brasil sigue siendo incipiente y carece de datos oficiales consolidados. No existen estadísticas nacionales confiables sobre el volumen efectivamente reciclado, pero los especialistas apuntan que la recuperación es mínima e insuficiente para estructurar un mercado sólido. Para que la economía circular sea viable, el país necesita perseguir tasas de recuperación superiores al 80%, recuperando vidrio, aluminio, silicio y metales preciosos. Este nivel es compatible con las experiencias internacionales y representa la ambición mínima necesaria para validar económicamente una cadena de reciclaje capaz de operar en escala industrial.


Brasil tiene la oportunidad de liderar este movimiento en América Latina, pero necesita crear una legislación robusta e invertir en tecnología de reciclaje. La transición energética es inevitable, pero sus paradojas deben ser enfrentadas. El país debe prepararse para una nueva agenda de activismo y políticas públicas orientadas a la economía circular.


El descarte inadecuado de paneles solares puede convertir una solución limpia en un problema ambiental de grandes proporciones. La emergencia climática no espera, y si Brasil no estructura ahora una cadena para el desecho y reciclaje de módulos fotovoltaicos, en 2040 enfrentaremos una crisis ambiental silenciosa, pero devastadora.


La información de utilidad pública y de mercado es clara: la transición energética tiene sus paradojas, y la emergencia climática abrirá nuevas frentes de activismo, políticas públicas y mercados de economía circular. La energía solar es una promesa de futuro, pero sin responsabilidad ambiental puede convertirse en un pasivo peligroso. El momento de actuar es ahora.


El paradoxo de la energía solar: vida útil, desecho y los desafíos ambientales en Brasil

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